Maraña

  

A veces, la mayoría de las veces, el río de la vida transcurre fuera del cauce establecido por los hombres. Estos piensan que ellos son los que rigen sus destinos cuando establecen barreras para evitar que la vida y el tiempo infinito siga su curso. Se me viene a la cabeza la imagen de alguien que construye un palacio en mitad de un desierto nacido del poder de la materia., pensando que con ello va crear un oasis necesario y justificado. ¿Cómo se puede pensar que la justificación en si, puede prevalecer sobre la verdad de la incongruencia? Por desgracia esto es lo que nos pasa a menudo en nuestras vidas cuando pretendemos generar el espíritu sembrándolo en la contradicción. ¿Cómo pretendemos justificar nuestras vidas, cuando las amparamos y las justificamos en lo que sabemos que no es?

Quien camina absorto entre todo lo que le rodea pareciéndole bien todo lo que ve, pierde el sentido de la autocrítica, y de esta forma, todo su poder de crecimiento. Pero existe algo peor que no trae como consecuencia en no desarrollo interior, sino la autodestrucción. Cuando tenemos la posibilidad de ver o al menos de entrever lo que la vida nos va deparando con mas o menos sentido de la diferenciación, y nos negamos a asumir la responsabilidad única del respeto a nosotros mismos, entramos en una contradicción que nos consume la vitalidad, y la energía propia solo se pone a disposición para evitar el no sucumbir en el intento. Este desgaste que a priori puede ser una lucha interior justificada es la que nos lleva a la inexistencia, si no somos capaces de rectificar dando un giro en nuestro camino.

Este darse cuenta que nos pone en armonía con todo lo que nos rodea y al mismo tiempo nos integra en equilibrio en ese cauce del río de la vida, es el que nos transporta al interior real e infinito de nuestro ser.

La contradicción a la que todos estamos abiertos de darnos cuenta y no dar los pasos suficientes y necesarios para integrarnos en ese equilibrio universal, es lo que nos hace potencialmente vulnerables.

Esta racionalidad aprendida pero impuesta en la mayoría de los casos es la que me lleva a pensar en el ser humano en sí.

Somos el único ser vivo del planeta en el que vivimos que necesita una justificación al por qué de su existencia, y esto es lo que nos hace imperfectos y consiguientemente inteligentes, seres racionales. La evolución darviniana, que correcta en cuanto al principio del nacimiento de la vida y su generación, tal vez no se pueda plantear como una teoría para conocer el momento diferencial donde el hominidus se convierte en sapiens. Ese momento es el que nos crea el conflicto original. ¿Consecuencia de una evolución?¿Consecuencia de un potencial implantado? O ¿Consecuencia de una involución?

Sinceramente creo que la vulnerabilidad, la que nos hace contradictorios, la que nos sumerge en el caos existencial, la que nos pone en desequilibrio en el equilibrio natural, la que nos convierte en destructores de la vida que nos rodea, la que nos hace creernos herederos y administradores del planeta, la que nos lleva al sufrimiento, la que nos lleva a destruirnos entre nosotros mismos, ... no puede ser la consecuencia de un hecho que provenga de la perfección natural de los seres evolutivamente inteligentes, sino todo lo contrario. Aquí es donde radica nuestra falta de perspectiva. Si somos el único ser vivo que necesita darle un sentido a la vida, ¿Dónde queda nuestra inteligencia?

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